domingo, 14 de agosto de 2011

Una extraña mezcla de creencias en Bolivia



HAY aproximadamente cinco millones de personas que viven en Bolivia, y de éstas cerca de dos millones son de los pueblos indios aymaraes y quechuas. Aunque éstos profesan ser católicos, confunden los “santos” con los dioses que sus antepasados adoraban. ¿Cómo es posible esto ya que la Iglesia Católica ha existido en Bolivia por casi cuatro siglos?
En su libro A Short History of Bolivia, Robert Barton dice lo siguiente acerca del trabajo que efectuaron allí los misioneros católicos: “Comenzaron a trabajar para lograr grandes números de conversos más bien que tratar de ayudar a los nativos a entender el cristianismo; de hecho, muchos afirmaban que existía un parecido entre sus propios credos y las creencias supersticiosas de los no civilizados. Esto explica por qué la mezcla de los dos ha durado hasta este día.”
Esta “mezcla de los dos” se hace muy patente en lo relacionado con el Día de Todos los Santos. En su libro Discover Bolivia, Kip Lester y Jane McKeel declaran: “Para el campesino la fiesta de Todos los Santos es una combinación de la forma cristiana de observar estos días festivos y el culto que se rinde a los chullpas.” Los chullpas son torres redondas de piedras no cortadas que se hallan en la cuenca del Titicaca. Se cree que originalmente habían sido las tumbas de caciques indios.
Es de interés saber que la Iglesia Católica ha adoptado y ajustado muchas otras prácticas paganas y las ha perpetuado bajo el rótulo de ser cristianas. El “Día de los Difuntos” no tuvo su origen en el cristianismo verdadero. Respecto a su origen, leemos en Funk and Wagnalls’ Standard Dictionary of Folklore, Mythology and Legend: “Sustancialmente, [el Día de] los Difuntos es la adaptación de una costumbre casi mundial de apartar cierta parte del año (comúnmente la última parte) para los muertos. Los babilonios observaban una fiesta mensual para las almas de los difuntos en la cual los sacerdotes hacían sacrificios.”
Razonablemente, los cristianos primitivos no tenían una celebración para las “almas” de los difuntos. Sabían que las inspiradas Escrituras enseñan que “el alma que pecare, ésa morirá.” (Eze. 18:4, Versión de Torres-Amat, católica) Sí, ellos reconocían que los muertos están realmente muertos y que esperan una resurrección.—Hech. 24:15.
Otro ejemplo de una mezcla extraña de creencias es la Diablada, o sea, la Danza del Diablo. El libro Gate of Sun, A Prospect of Bolivia dice lo siguiente respecto a ésta: “Arraigada en una combinación de mitologías pagana y cristiana, es un ejemplo interesante de la dualidad que aún está entretejida en todo aspecto de la vida en Bolivia.”
De acuerdo con la tradición no cristiana de Bolivia, el Diablo vive en las minas y es el dueño de los minerales y metales. Los mineros lo invocan diariamente para que los proteja de derrumbamientos. En la coreografía, los grupos de danzas folklóricas (que representan todo nivel de sociedad en la ciudad minera de Oruro) desempeñan el papel del Diablo, con trajes y máscaras muy adornadas. Le dirigen un ruego a la Virgen del Socavón en beneficio de ellos mismos. Por supuesto, en la mente católica, la virgen es María.
Al señalar como la Iglesia Católica está relacionada con la Diablada, Discover Bolivia comenta: “Además de ejecutar sus danzas, los bailarines de la Diablada efectúan ceremoniosamente muchos ritos religiosos. Al pie de la colina de San Felipe en la famosa iglesia del Socavón, hay ocasiones específicas durante el Carnaval y después de él en que primero le ofrecen homenaje a la Virgen y luego celebran misa.”
Se puede ver a estos que están vestidos con la indumentaria del “Diablo” entrar en la capilla católica y participar de la comunión que los sacerdotes católicos ofician. Al entrar en la capilla, los bailarines de la Diablada dirigen estas palabras a la Virgen del Socavón: “Venimos del infierno para pedir tu bendición, todos tus hijos del Diablo, Madrecita del pozo de la mina.” Y en la última ocasión en que entran en la capilla, dicen su oración de despedida para el año como sigue: “Como en las montañas de estaño, derrama tu luz del sol, sobre nuestros corazones derrama tus bendiciones. No nos niegues tu protección, Madre Divina de Dios ¡hasta el año que viene, Madrecita! ¡Hasta el año que viene, adiós!”
Comentando más sobre el carácter doble de la Diablada, la autora Margaret Joan Anstee declara: “La dualidad recibe un nuevo giro cuando, al tiempo del Carnaval, el minero confirma su devoción a la Virgen por medio de identificarse con el personaje diabólico a quien venera durante todo el año. Esta ambivalencia no es excepcional, sino una expresión especialmente vívida del modo sincrético [la combinación de diferentes formas de creencia o práctica] en que los indígenas andinos se acercan a la religión. La nueva fe no reemplaza la vieja. No se descarta nada, sino que se absorben los nuevos dogmas en el ya existente armazón de creencias, y los dos llegan a estar tan estrechamente entrelazados que ya no es posible desenlazarlos.”
Es posible que a muchas personas no les perturbe mucho esta extraña mezcla de creencias. Pero la pregunta vital es: ¿Qué opina de esto el Dios Todopoderoso? El apóstol Pablo escribió lo siguiente a los cristianos de Corinto: “Lo que inmolan los gentiles, ¡lo inmolan a los demonios y no a Dios! Y yo no quiero que entréis en comunión con los demonios. No podéis beber del cáliz del Señor y del cáliz de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios.” (1 Cor. 10:20, 21, Biblia de Jerusalén, católica) “No os mezcléis con los paganos, pues ¿qué tiene que ver la justicia con la injusticia, y qué de común tienen la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Belial, o qué parte tiene el fiel con el pagano?”—2 Cor. 6:14, 15, Versión de Nieto, católica.
¿No demuestra esta extraña mezcla de creencias en Bolivia que se han pasado por alto estas palabras inspiradas? Entonces, ¿cómo podría Dios aprobar esta “mezcla”? El Hijo de Dios dijo que su Padre busca a personas que adoren con “espíritu y con verdad.” (Juan 4:23, 24) Claro está que las creencias mitológicas no cristianas no son la verdad. De allí que las personas que se aferran a ellas no pueden rendir adoración aceptable a Dios.