martes, 6 de julio de 2010

¿Qué es una ética sin Dios?

Desde el tiempo de los griegos, muchos filósofos han intentado demostrar que es posible tener una moralidad universal sin Dios. Se han presentado muchos argumentos en apoyo de esta posición y, en teoría, podrían tener razón, según lo que uno quiere decir con la palabra universal. Ellos dirían que todo lo que hace falta es un consenso de lo que se considera comportamiento correcto e incorrecto. Su posición, con la que discrepamos, dice algo así:

Primero: Si Dios es necesario para la moralidad, entonces todo lo que Dios considere moral es moral. Por lo tanto, ¿para qué alabar a Dios por lo que ha hecho si Él podría haber hecho lo contrario con la misma probabilidad, y esto hubiera sido tan moral como lo anterior? Si lo que Dios dice vale, entonces si Dios decretara que el adulterio es permisible, sería permisible. Si las cosas no son ni correctas ni incorrectas independientemente de la voluntad de Dios, entonces Dios no puede escoger una cosa sobre otra porque sea correcta. Por lo tanto, si Él escoge una cosa sobre otra, su elección debe ser arbitraria. Pero un ser cuyas decisiones son arbitrarias no es digno de adoración.

Segundo: Si la bondad es un atributo que define a Dios, entonces Dios no puede ser usado para definir la bondad. Si lo hacemos, somos culpables de razonamiento circular. Es decir, si usamos la bondad para definir a Dios, no podemos usar también a Dios para definir la bondad.

Tercero: Si uno no cree en Dios, y le dicen que uno debe hacer lo que Dios ordena no le ayudará a resolver ningún dilema moral.

Algunos filósofos, por lo tanto, llegan a la siguiente conclusión: la idea de que una ley moral requiere de un legislador divino es insostenible. (1)

¿Cuál debería ser nuestra respuesta como cristianos? Deberíamos señalar a las personas que están de acuerdo con la posición anterior su falta de comprensión, tanto de Dios como de la naturaleza del hombre.?

Dios es el creador y el sustentador de todas las cosas. Ni siquiera seríamos conscientes de nosotros mismos, y mucho menos de lo correcto y lo incorrecto, si Dios no nos hubiera creado a su imagen espiritual y, por lo tanto, con la capacidad de hacer distinciones morales. Lo cierto es que no tenemos ningún punto de referencia para toda esta discusión acerca de la moralidad fuera de lo que Dios revela. Que nosotros discutamos con la fuente de la moralidad equivale a que la arcilla discuta con el alfarero.

Hay filósofos que dicen que el hecho que Dios defina lo que está bien y lo que está mal es arbitrario. Dios no es arbitrario; Él es la fuente de toda vida y, por lo tanto, la fuente de toda verdad. No tenemos ninguna base para entender siquiera el concepto de ser arbitrario si no es por referencia a un Dios que no cambia. Lo que sería un razonamiento circular o arbitrario en discusiones acerca de nosotros se aclara perfectamente al llevar el dilema cerca del punto focal universal y absoluto para toda la creación: Dios mismo.

El segundo problema con estos argumentos es que no reconocen la naturaleza del hombre. Si el hombre no hubiera caído, es decir, si no estuviera contaminado por el pecado, tendríamos un potencial ilimitado para crear un código universal a partir de nosotros. Pero somos personas caídas, cada uno de nosotros y, por lo tanto, incapaces de saber lo que es bueno (Romanos 3:23). Hasta somos incapaces de llevar a cabo lo que sabemos que es bueno (Romanos 7:18-21).

Así que la cuestión de lo correcto y lo incorrecto tiene mucho que ver con el origen de nuestra creencia, y no sólo la sustancia de ella. No importa cuán sinceramente crea que tengo razón acerca de alguna decisión moral, la verdadera prueba está en el origen de esa creencia. Y Dios es el único origen universal y absoluto de toda moralidad.

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